sábado, 11 de octubre de 2014

lombardos

El origen de los lombardos o longobardos, estuvo en escandinavia, aunque a inicios de la era cristiana habitaban en el curso inferior del Elba. 


Fueron famosas sus hazañas militares, pese a su escasa población. Tres aspectos de su trayectoria fueron importantes: 

Asentamiento en Panonia: En el marco de las grandes migraciones germánicas de los siglos IV y V, los lombardos emigraron hacia el Danubio, estableciéndose en la provincia romana de Noricum. A inicios del siglo VI continuaron hacia el sur, ocupando la región de Panonia y entrando en contacto con el imperio bizantino. Constantinopla les concedió el estatus de aliados y como tales, participaron en las guerras contra ostrogodos y persas. 
En Panonia se encontraban en constante guerra con los gépidos, a quienes lograron derrotar en el 567 con la ayuda de los recién llegados ávaros. 

Conquista de Italia: Los belicosos ávaros, aunque aliados, no eran de fiar, por lo que el rey lombardo Alboino decidió emigrar más allá de los Alpes. Por entonces la península itálica se encontraba exhausta por largos años de guerras entre bizantinos y ostrogodos, de manera que su conquista resultaba viable. En el 568, Alboino ingresó en la península desde el este y en un año logró capturar las principales ciudades del norte, incluyendo Milán, el principal centro bizantino. La excepción fue Pavía, que sólo se rindió tras un sitio de tres años y tras su conquista fue convertida en la capital del reino lombardo. Los lombardos avanzaron hacia el sur, donde crearon los ducados de Benevento y Espoleto, sin embargo, no lograron expulsar completamente a los bizantinos, que se hicieron fuertes en las regiones costeras con el apoyo de su poderosa marina. 

Establecimiento del reino: En los dominios lombardos, el poder efectivo estaba concentrado en manos de la nobleza, en particular, de los duques, cada uno de los cuales controlaba un extensa región con considerable autonomía. Los monarcas lombardos alcanzaron diversa suerte al intentar imponer su autoridad sobre la nobleza, de manera que estas divisiones constituyeron una debilidad durante toda la historia del reino, reflejada en agrias disputas sucesorias. Una segunda y fatal debilidad fue el constante enfrentamiento entre los lombardos, que habían adoptado la herejía arriana y el papado en roma, en torno al control del centro peninsular. En sucesivas ocasiones, los papas invocaron la ayuda de los francos, católicos, que no dudaron en intervenir a cambio de diversos favores. Finalmente Carlomagno depuso al último rey lombardo, Desiderio, en el año 774, incorporando su territorio al imperio Carolingio. 

Leiner

Historiador de profesión y especialista en informática educativa por convicción.

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